Si existe una tendencia que puede ser verdaderamente disruptiva para el sector de las aerolíneas es el conocido como “no-fly”: ¿renunciarías a viajar en avión para proteger el medio ambiente?

Los aviones son una gran fuente de sustancias contaminantes, por encima de los coches o las fábricas. Un solo avión genera durante una hora 8.500 kilos de dióxido de carbono (CO2), además de 2.5 kilos de dióxido de azufre (SO2), 30 kilos de óxido de nitrógeno (NO2) y otros contaminantes. 

Si todos estos gases tóxicos los provoca un solo avión, ¿cuánta contaminación generan los miles de vuelos diarios que se producen solo en Europa y EE.UU.?

¿Es posible viajar de una forma sostenible?

Cada vez hay más personas y empresas que incentivan el “no-fly”, es decir, evitar el avión a la hora de viajar. Ya sea en turismo o en viajes de negocios, este movimiento pretende favorecer que los viajeros utilicen sistemas de transporte internacional más sostenibles, como el tren. El objetivo es limitar la huella contaminante de este tipo de trayectos, que ya ha saltado desde el activismo medioambiental hasta el parlamento europeo. 

Aunque las emisiones de la aviación solo representan el 2.5% de la contaminación mundial, las previsiones muestran que el sector aeronáutico es uno de los únicos emisores contaminantes que va a aumentar en los próximos años, hasta el 300%.

Es por eso por lo que los gobiernos están imponiendo tasas ecológicas a las aerolíneas, mientras algunas empresas buscan incentivar el “slow travel”: viajar menos veces al año pasando más tiempo en el destino elegido. 

¿Gravar los viajes en avión es la solución del problema?

Países como Reino Unido y Francia ya gravan a las aerolíneas por las emisiones extra de CO2 que provocan los despegues y aterrizajes en sus pistas. Enmarcado en la cruzada de la UE contra el calentamiento global, se van a aprobar nuevas leyes e impuestos especiales para desincentivar el uso del avión en los trayectos cortos. Empresas ferroviarias ya han empezado a destacar como reclamo publicitario sus bajos niveles de emisión en comparación al coche o al avión.

Voces del sector aeronáutico señalan que cada generación de aviones es un 20% menos contaminante, y que gravando al sector lo único que consiguen es que no se puedan destinar más fondos en I+D a la hora hacer que la tecnología sea más sostenible.

Un debate que se encuentra ahora en el parlamento europeo y que tiene ramificaciones que van desde lo industrial hasta los usos y costumbres de las nuevas generaciones, acostumbradas a viajar por todo el mundo de forma frecuente y muy barata.

Lo que sí resulta evidente es que el cambio de paradigma en los viaje es total. Vivimos en una época de cambio constante en la que todos los procesos se están optimizando. Es el momento de sacudirse las antiguas creencias, romper con los modelos tradicionales y apostar por nuevos sistemas tecnológicos que nos permitan ser más sostenibles sin tener que renunciar a la eficiencia.